sábado 18 de mayo de 2024 - Edición Nº1991

Política | 30 abr 2024

Sociedad

Carta abierta del padre Fabián Esparafita a los vecinos de Wilde

En los últimos días, la Parroquia Nuestra Señora del Carmen ubicada en Raquel Español 371 sufrió una serie de episodios de inseguridad y vandalización.


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“En estos últimos días, llamativamente, hemos sufrido en nuestras instalaciones variados actos de vandalismo.

Dos personas, al menos, saltando las rejas perimetrales, atacaron a dos mujeres, dirigentes Scouts, que se encontraban pernoctando en carpa para cuidar un emprendimiento organizado por el grupo; estas personas no sólo tajearon la carpa, sino que con violencia armada amenazaron a las dirigentes con fines de robo; tras el daño ocasionado huyeron a pie.

A los pocos días vandalizaron la Ermita de la Virgen del Carmen que custodia el cinerario parroquial, donde descansan en paz las cenizas de nuestros difuntos, rompieron la puerta, dañaron la imagen y sustrajeron una placa que invitaba a la memoria y oración por los caídos en Malvinas, particularmente por un miembro de esta comunidad.

En estos días, otras personas (o ¿las mismas?) saltando la reja de la vereda y otra que comunica con otras instalaciones interiores, ingresaron al predio parroquial, escrucharon varios salones de la parroquia dañando y sustrayendo elementos de los grupos Scouts, de las Guías y de Cáritas.

Y esto sólo por mencionar lo acaecido en estos últimos 10 días. Pero hay más…

Llevo más de 15 años residiendo en Wilde y en ese tiempo he sufrido personalmente sustracciones, robos, escruches de diverso calibre, desde bienes personales hasta bienes religiosos. Fue pública la noticia de la vez que entraron a robar en la parroquia durante una reunión de catequistas y podría seguir describiendo hechos…

Como vecino he sido testigo también de una crueldad violenta que lastimó a algunas personas a horas tempranas mientras venían para la misa dominical; violencia que arrebató la vida de otros vecinos y de modo cercano la de una catequista de la comunidad.

Alguien podría pensar que escribo estas líneas por los hechos que nos afectan directamente, otros podrían pensar que en el contexto de lo que se oye y se ve en estos días, lo descrito por nosotros pueda parecer una pequeñez insignificante… Sin embargo, no es así.

Tal vez los últimos acontecimientos dispararon la decisión de proponer o iniciar este diálogo, pero creo que en algún momento debemos parar la pelota y dejar de seguir gritando, como desaforados, reclamos que, por diferentes motivos, no fueron ni son escuchados; es tiempo de dejar de echar culpas por doquier y revisar toda la situación, tratar de ver todo el panorama… no solo el que nos gustaría describir para que nos digan que tenemos razón… Es tiempo de preguntarnos ¿por qué llegamos hasta aquí, a esta situación?

Entre las respuestas posibles se oyen argumentos de los más variados: que la policía no hace su trabajo de prevención; que la droga y el alcohol lo destruyen todo; que la responsabilidad es de la justicia o de los gobernantes de los diferentes estados; y, según haya sido el voto de quien opina, los culpables son los que están hoy o los que estuvieron ayer…; y cada excusa se podría describir más y multiplicar en muchas más…

En fin, de las políticas de seguridad, de trabajo, de economía, etc., esperamos que se estén ocupando aquellas personas a quienes hemos elegido para que organicen y promuevan con sus leyes una vida ciudadana mejor, y es de esperar que cada poder del Estado haga lo propio con este mismo fin.

Ya que no tengo instancias, ni las pretendo ahora, para dialogar con mis representantes, quiero hacerlo con el vecino y lo hago como vecino también, que vive desde el 9 de marzo de 2008 en Raquel Español 371; que confieso una fe cristiana y sirvo como ministro y párroco de la comunidad católica de Nuestra Señora del Carmen.

Querida vecina, querido vecino, si nos olvidamos de Dios en nuestra vida diaria, si abandonamos nuestro encuentro con Él o dejamos de reconocerlo como fundamento de nuestra vida, “como fuente de toda razón y justicia” como señala nuestra Constitución Nacional, es consecuente dejar de considerar al que tenemos al lado como hermano, y aunque hablemos de respeto de la dignidad humana, tratamos a los demás como cosas útiles que solo sirven si me benefician “a mí”, si no, todo lo demás se convierte en relativo y la violencia es el estilo de trato para prevalecer sobre los demás.

Pensar que esto que vivimos es fruto de alguna medida inmediata es ceguera o incapacidad de juicio; lo que sucede hoy es el resultado de una serie de acciones desarrolladas en el tiempo. Y claro que esta realidad nos duele, y a pesar de nuestras limitadas capacidades, hago y hacemos como comunidad católica, algo para cambiar, o por lo menos lo intentamos: nos duele que las drogas y el alcohol generen tanta violencia y denigren a tantas personas, desde la parroquia ofrecemos espacios para grupos de autoayuda y acompañamiento a personas adictas, pero no alcanza; proponemos grupos de encuentro, catequesis y formación en valores sociales, de respeto mutuo y dignidad religiosa, pero no alcanza; cultivamos la fe, celebramos el culto, y practicamos la caridad fraterna, pero no alcanza.

Muchas personas creyentes, después de la cuarentena de reclusión por la pandemia abandonó el cultivo de la fe religiosa; otras, escandalizadas por denuncias y hechos perversos protagonizados por ministros de comunidades eclesiales, se sintieron justificados para apartarse de la práctica religiosa; numerosas iniciativas han pretendido prescindir de Dios o desterrarlo de nuestras conciencias… y bien… ¿estamos mejor? ¿somos más felices?.

Ojalá quien lea estas líneas pueda preguntarse serena y personalmente ¿Es Dios el responsable de la situación que vivimos? O se trata de la decisión libre de algunas personas que prefieren hacer daño en lugar de hacer el bien; que deciden imponer sus caprichos por el poder que ostentan en lugar de buscar y promover el mejor bien para todas las personas con las que conviven a su alrededor.

Lo digo como ministro religioso, como testigo de la fe, como simple vecino, creo en Dios y Él nos ha revelado que ha querido y quiere nuestra felicidad (y hasta la de aquellos que se declaran sus enemigos).

Si no volvemos a poner a Dios en el centro de nuestra vida, si no escuchamos su Palabra, si no le ofrecemos un oído atento y un corazón disponible, seguiremos poniendo rejas, cerramientos electrificados, alarmas y cámaras, pero como resulta de la evidencia cotidiana seguiremos estando de mal en peor.

Les hago una humilde invitación: Por qué no probamos volver a encontrarnos con Dios, por qué no le pedimos ayuda, con fe y convicción personal, para empezar a cambiar nosotros mismos, por qué no le ofrecemos nuestra disponibilidad para vivir Su Voluntad…

Si bien soy testigo y víctima de la crueldad con que algunas personas nos tratan (me refiero a lo descrito al principio) también soy testigo y protagonista del cambio que se puede vivir cuando nos dejamos transformar por Dios, cuando aceptamos de corazón su Buena Noticia, cuando reconocemos con pudor y arrepentimiento nuestras vergonzosas acciones, nuestros pecados, y nos dejamos abrazar por su Misericordia.

No pretendo tener razón. Solo quiero compartir una propuesta y estoy dispuesto dialogar para completar mi mirada; pero convengamos que es necesario y urgente mejorar nuestra convivencia.

No esperemos que empiecen los demás, demos el primer paso con nuestra decisión personal, como ciudadanos responsables.

P. Fabián Esparafita
Wilde, 28/04/2024

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